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dijous, 12 d’abril del 2018
UN HECHO INSÓLITO
Al salir del trabajo, Albert empieza a buscar en
sus bolsillos el paquete de tabaco. Siempre le inquietaba ese momento en que
tenía que registrar todos los lugares posibles donde lo podía haber
dejado. Alguna vez se les había pasado
por la cabeza que aquella mala costumbre de dejar el paquete siempre en un
lugar distinto era como una trampa que se hacía a sí mismo, como si una parte
de él le quisiera poner difícil el suministro de nicotina. Finalmente encontró
el paquete en uno de los bolsillos
interiores de la chaqueta y sacó un cigarrillo con impaciencia, como si su
cuerpo sintiera el hambre de ese humo y reclamara un equilibrio perdido que sólo
podía encontrar de ese modo. La primera inspiración lo reconfortó como si se
hubiera quitado de los pies unos zapatos dos tallas más pequeños, unos zapatos
que no sabía porqué se había puesto pero que retornaban a sus pies después de
cada calada.
Cuando Albert llegó a casa aquella tarde se
encontró con un hecho insólito que rompió la rutina de sus días. Encontró un
paquete en el buzón muy enigmático. En el remitente sólo aparecía el nombre de
una mujer: Ariadna. Después de rastrear unos segundos en su recuerdo, no conseguía
imaginar quién podía ser la persona que le dirigía el paquete. Por un momento
pensó que debía ser una campaña publicitaria para vender algo. Cuando llegó a
casa, se decidió a abrir el paquete para descubrir de qué iba el asunto.
Lo que se encontró le sorprendió más aún. Se
trataba de un libro. En la portada aparecía el siguiente título: “Mitos griegos
para dejar de fumar”. Alberto se quedó desconcertado. ¿De qué iba todo aquello?
¿Quién le había enviado el paquete? ¿Qué relación tenían los mitos griegos con
dejar el tabaco? Durante los últimos tiempos, se había planteado más de un vez
dejar el tabaco, pero su fracaso en los últimos intentos lo mantenía alejado de
hacer ningún nuevo intento. ¿Por qué le había llegado aquel libro en aquel
momento?
La inquietud que le generaba aquel hecho insólito
le llevó de nuevo a encender un cigarrillo, como si esperase encontrar en medio
de aquel humo la serenidad para examinar la situación. Aquella era su manera de
conjurar todas las incertidumbres. Tenía delante suyo el libro y se debatía
entre la curiosidad por lo que podían esconder sus páginas y un cierto
sentimiento de recelo hacia aquel invitado forastero. En aquel momento, le vino
a la cabeza una imagen de la película Mátrix. Pensaba en el protagonista, Neo,
delante del ofrecimiento de Morfeo de las dos pastillas. ¿Cuál se tomaría él:
la azul, la roja? Recordaba aquello que decía Morfeo: “Si te tomas la roja te quedas en
el País de las Maravillas y te enseño cómo de profundo es el hoyo”. ¿Realmente
quería traspasar aquel umbral? ¿Si seguía adelante, dónde le podría llevar
aquella pastilla roja?
Comenzó a hojear el libro con prudencia, como si
alguna cosa le dijera que al empezar a leer aquella primera página nada volvería
a ser igual. Pronto se vió sumergido en un universo ancestral, como si en
aquellas páginas hubiera una puerta que lo conducía muy lejos de allí y a la
vez muy cerca de sí mismo, como si entrara en un sueño que lo llevara a
despertar. ¿A dónde le llevaría el
agujero de la madriguera?
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